Subir corriendo las escaleras hasta tu departamento, zigzaguear entre las personas en una estación de tren, estos pequeños momentos de ejercicio, si son lo suficientemente intensos, pueden ser efectivos. La investigación valida la hipótesis, que muchos científicos predijeron hace mucho tiempo: un poco de actividad física, incluso a través de movimientos que no son de entrenamiento, sirven.
Las personas que realizaron ráfagas de ejercicio de entre uno o dos minutos aproximadamente tres veces al día, como caminar rápido rumbo al trabajo o subir escaleras a máxima velocidad, reducen un 50% el riesgo de mortalidad cardiovascular.
El entrenamiento de intervalos, que significa realizar pequeños tramos a gran potencia o velocidad durante un momento de la rutina, ha sido popular durante mucho tiempo en el mundo atlético. La intensidad es muy efectiva cuando se trata de desarrollar músculo y fortalecer el sistema cardiovascular. Las ráfagas de ejercicio vigoroso, realizadas de manera rápida, con cortos períodos de descanso, aumentan el consumo de oxígeno y así, evitan que las arterias se obstruyan. Además, estimulan al corazón para que bombee más sangre y se mantenga vital.
Emmanuel Stamatakis, profesor del Centro Charles Perkins de la Universidad de Sydney ofreció algunas recomendaciones para incorporar estas pequeñas ráfagas de movimiento a nuestras vidas: “Si tenés una caminata de casi un kilómetro, por ejemplo, desde tu casa hasta el supermercado, acelerá el ritmo en algunas partes del trayecto. En lugar de tomar un ascensor, subí por las escaleras. Dos tramos de escalera equivalen a una actividad vigorosa. Cargar peso extra, es decir llevar una mochila, también ayuda. Cualquier tipo de caminata cuesta arriba, siempre y cuando sea de manera rápida, es sinónimo de ejercicio intenso”, concluyó.